Mi relación con el Chamamé
Mi relación con el Chamamé
Soy correntina de pura cepa porque nací en Bella Vista Corrientes, en un rio mes de julio del 39 en un hogar humilde en lo material, pero rico en valores, los que fueron inculcados por mis padres, personas honestas y dignas.
Para entrar en el tema les diré, que cuando falleció mi madre le escribí un poema como homenaje; en dos versos de esta posea digo y “ así fuimos creciendo con tantas enseñanzas – amando las raíces cimiento de la patria, porque fue así, desde pequeñas papa nos inculco el amor a nuestra tierra, a sus costumbres, a su cultura y por supuesto a nuestra música teníamos una radio grande que funcionaba a baterías donde escuchábamos a don Ernesto Montiel (era mi ídolo y tuve la suerte de conocerlo) y a don Isaco y otros que sus nombres ya no recuerdo.
Crecí, termine la secundaria, fui a la capital para estudiar de maestra; ahí me relacione con chicas de otra clase social y comencé como a tener vergüenza de que me gustara l Chamamé; paso el tiempo y llego el momento de formar una familia y me case. En la fiesta de casamiento aviamos solicitado un señor de apellido Carmona que alegrara con su música este acontecimiento familiar ya que contaba con un buen tocadiscos y parlantes etc. Era enfermero de la compañía Perales y Aguilar encargada del nuevo trazado de la ruta 27.
Todo marchaba bien cuando de repente apareció don Alfredo Miranda un músico saladeño, siego pero que ejecutaba el Chamamé como los dioses, por supuesto yo, con toda la falta de madurez, ubicación o que se yo… o porque habían venido de corrientes compañeros de mi esposo, familiares, amigos le dije a mi padres ¿Qué vienen a hacer estos? ¿Quién los invito? A mí no me gustan, la verdad era que sentía vergüenza porque decían que esta música era de menchos e ignorantes. Mi padre me miro y vi una enorme desilusión en sus ojos “No puedo creer – me dijo- lo que estoy oyendo” ¿esto es lo que te enseñe? Este hombre vino de lejos a traerte como regalo su arte, esto que sabe hacer tan bien con su acordeón a pesar de su ceguera… y vos te avergonzas de su música” esto me dolió y me marco para siempre.
Pasaron los años y en un viaje de turismo pro al zona de cuyo, tuve la oportunidad de entender todo lo que realmente sentía de esa música que una ves me avergonzó. Estábamos almorzando a muchos kilómetros de nuestro pueblo en San Juan, con gente de todo el país y del extranjero, cuando entre el sonar de sambas y chacareras se escucho los sones de kilometro 11 ¡el himno de corrientes! Sentí que i pulso se aceleraba, que mi pecho se llenaba de un sentimiento profundo que dolía y alegraba al mismo tiempo… No pude aguatarme y lance un sapucay que me salió de lo más profundo del alma, todos los comensales aplaudieron y de ahí entendí que siempre lo había sentido así sin poder expresarlo por el pobre concepto que me avía hecho de esa música, entendí que el Chamamé es mi orgullo de ser correntina es mi tierra mi casa mis padres mis hijas esta vieja calle san Martín arenosa bordeadas de plátanos y brachicitos que me vio nacer y recuerdo de mis seres queridos que ya no están; el Chamamé trae en sus acordes: alegría y porque no tristezas porque es sentimiento de todo un pueblo.
Nunca lo baile, pero cuando veo bailar a mi vecino Ameriquito Aquino ¡con tantas ganas! Siento un verdadero deleite; cuando lo hace pareciera que a él nada le importa, sus problemas desaparecen ya que una eterna sonrisa adorna su rostro mientras se mueve en la cadencia de esa música realmente es un momento mágico, creo que se produce una verdadera comunión entre: el que baila, su compañera y los sones del Chamamé porque él lo baila así porque lo siente en cuerpo y alma.
En fin, estas fueron mis vivencias con el Chamamé. Para terminar ¡es un ideal o un sueño quizás! Quisiera irme de este mundo en mi casa rodeada de mis seres queridos, mientras suena muy bajito la calandria o la caú…
Sería lindo ¿no le parece?
Autora: María Carolina Segovia Docente Jubilada
22/11/12