Guerra de la Triple Alianza

 Ocurrió en la madrugara del 13 de abril de 1865 (Jueves Santo). Se conformó una Triple Alianza (Argentina, Uruguay y Brasil) para enfrentar y derrotar al invasor. La guerra duró cinco años. El ejército paraguayo padeció una escasez crítica de personal capacitado y de rango y muchas de sus unidades combatientes estaban mal entrenadas. Al Paraguay le faltó la base industrial para reemplazar las armas perdidas en batalla.

 Por Juan Carlos Raffo
 
Corría el año 1865... y se producía la invasión paraguaya a la ciudad de Corrientes, iniciándose así la guerra de la Triple Alianza, que tras cinco años de dolorosos enfrentamientos, culminó con la muerte de miles de sudamericanos y la del presidente guaraní Mariscal Francisco Solano López,en Cerro Corá, el 12 de marzo de 1870.
Una flotilla de cinco vapores paraguayos tomaron por sorpresa frente al puerto de Corrientes a dos buques de la marina argentina, el “25 de Mayo” y “Gualeguay”; simultáneamente las tropas desembarcaban y ocupaban la ciudad. 
Era un Jueves Santo y la gente, al salir de los templos, se sorprendió con el cañoneo al puerto de la ciudad desde cinco vapores guaraníes que se avistaron a la cinco de la mañana: los vapores “Igurey”, “Tacuarí”, “Paraguaró”, “Marqués de Olinda” y “Salto de Guayrá”. Simultáneamente entraban a Corrientes por Paso de la Patria dos ejércitos paraguayos, bifurcándose uno por el río Paraná y el otro por el río Uruguay, como una especie de tenaza envolviendo a la provincia en un operativo integral. Los efectivos invasores están compuesto por 4.000 hombres, de los cuales una cuarta parte pertenecía al arma de caballería. No se registraron combates. El general paraguayo Wenceslao Robles contaba con 3.000 hombres de infantería y 800 de caballería.
El gobernador Manuel Ignacio Lagraña, con sus hombres de confianza, se trasladó al pueblo de Empedrado primero y a la villa de San Roque después, donde se estableció la sede del gobierno. Desde allí se organizaron las fuerzas de la resistencia contra el invasor. Colocó a la provincia en estado de asamblea militar y llamó a las milicias a todos los hombres útiles entre 17 y 50 años, poniendo al frente de las mismas al coronel Desiderio Sosa.
Corrientes tuvo que aguantar en soledad la invasión hasta que llegaran las primeras compañías del Ejército Grande.
El 16 de abril llega a Buenos Aires la noticia de la invasión del 13 de abril a Corrientes y sacude a la opinión pública. Mitre, desde los balcones de su casa improvisa una arenga y dice: “En veinticuatro horas en los cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción”. Duró mucho más. Crean un Triunvirato paraguayo, lo conforman con los correntinos Sinforoso Cáceres, Víctor Silvero y Teodoro Gauna. 
Desde su campamento de San Roque el gobernador de Corrientes Manuel Ignacio Lagraña dicta un decreto por el cual declara nula y sin ningún valor la disposición del jefe paraguayo de constituir un gobierno provincial designado por ellos. 
 
1ra. División de Vanguardia
Llega a San Roque el coronel Nicanor Cáceres desde su feudo del Paraíso de Curuzú Cuatiá con 1.500 hombres, que sumados a los ya reunidos, totalizaron 5.000 efectivos. Se leyó una proclama del general Mitre que le asignaba el título de 1ra. División de Vanguardia y la ponía a las órdenes de Cáceres, comenzando así una guerra de guerrillas llevadas a cabo por correntinos contra las avanzadas y exploradores del ejército paraguayo de 25.000 soldados que, disciplinadamente, comenzó su avance desde la capital hacia el sur por la costa del Paraná. Las ciudades de Bella Vista, Santa Lucía y Goya, fueron cayendo en manos de esta fuerza incontenible.
 
La Triple Alianza 
El 1 de mayo quedó establecida una Triple Alianza contra el Paraguay. La signaron Argentina, Uruguay y Brasil y el mando y dirección de los ejércitos aliados queda confiado al Presidente de la República Argentina general Bartolomé Mitre. En sesión secreta el Congreso de la Nación aprobó la Triple Alianza a libro cerrado. En el tratado los aliados se comprometen a respetar la integridad territorial paraguaya, remitiéndose a futuros tratados la fijación de los límites definitivos entre Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina; se establece que la guerra no es contra el pueblo paraguayo sino contra el gobierno de Paraguay; y se estipula que los aliados no negociarán por separado tratado de paz, tregua, armisticio ni convención alguna. A los pocos días se movilizaron los batallones de Guardias Nacionales y la mejor juventud porteña se enroló en ellos: Dominguín Sarmiento, Dardo Rocha, Leandro Alem, Julio A. Roca, Lucio V. Mansilla, Carlos Pellegrini, etc. 
Se compraron 14.000 fusiles, 7.000 carabinas, 11.000 sables y otras tantas lanzas y 9 cañones, para reforzar el ejército y a la Guardia Nacional. Fueron llamados a las armas 9.500 hombres para formar 19 batallones de infantería, de 500 hombres cada uno.
Brasil tenía en pie de guerra a 36.000 hombres, Uruguay 5.000 y Argentina, 14.000. Estas cifras fueron aumentando en el transcurso de la campaña y los brasileños enviaron al Paraguay unos 100.000 hombres con 100 cañones y los argentinos unos 40.000 hombres y 50 cañones. 
Paraguay no estaba para nada preparado para una guerra de escala mayor, pero el mariscal igual decidió hacerla. En términos de cantidad, el ejército paraguayo con 30.000 hombres era el más poderoso en América latina. Pero la fuerza del ejército era una mera ilusión ya que le faltaba una dirección especializada, una provisión fiable de armas y material y reservas adecuadas. Desde los días del Supremo, los cuerpos de oficiales habían sido abandonados por razones políticas. El ejército padeció una escasez crítica de personal capacitado y de rango y muchas de sus unidades combatientes estaban mal entrenadas. Al Paraguay le faltó la base industrial para reemplazar las armas perdidas en batalla. La población de Paraguay sólo llegaba a aproximadamente 450.000 en 1865, un número más bajo que la cantidad de efectivos de la Guardia Nacional brasileña, y era equivalente a la vigésima parte de la población aliada combinada que sumaba once millones de almas. Solano López, al final de la contienda, llegó a reclutar hasta niños de diez años y forzar a las mujeres a realizar tareas no militares pero aún así, jamás pudo desplegar en el campo de batalla un ejército más grande que el de sus rivales.