Leyenda de la Laguna Soto

 Se cuenta que vivía en la región un guaraní joven, fuerte, valiente, buen cazador. Tenía en su compañía a su madre y a su compañera. La vida era fácil y tranquila. Pero un día llegaron los Tapés mandados por un hombre blanco y saquearon y desolaron el pago, llevándose consigo a todas las mujeres jóvenes. Pero el indio de nuestro relato, se atrincheró dentro de su choza echa de palo a pique y ahí resistió. Cada flecha arrojada desde adentro, era un asaltante que caía muerto. Un día y una noche duró el asedio. Amontonaron entonces los asaltantes leña en torno de la choza y prendieron fuego. La leña también ardió un día y una noche, pero la choza no se destruyó. Acobardados y temerosos, los asaltantes se retiraron. Pasó un día de silencio y el indio del relato salió para ver lo que había sucedido en la comarca. Pero los Tapés se habían emboscado en el Caaby (monte) próximo, y tomaron de sorpresa a nuestro héroe. Lo ataron y lo colocaron sobre una pila de leña a la que prendieron fuego. Ardió la leña y también nuestro héroe. Extinguido el fuego, los Tapés abandonaron el lugar. La madre y la compañera del sacrificado, se acercaron para ver que había pasado en el lugar de la fogata. Hallaron que sobre el montón de brasas y cenizas, se hallaba el cuerpo del guaraní, conservando íntegramente la forma humana. Las dos mujeres juntaron en una calabaza las cenizas del muerto, se acercaron a la laguna próxima y arrojaron el polvo a las aguas, inclinándose sobre su bode a llorar. Las largas cabelleras tocaron la superficie del agua; esta tomo un tinte gris, color de cenizas y la laguna se hizo mansa como el guaraní sacrificado.

Y las dos mujeres, siguieron llorando a su hombre perdido.. por muchos días, y ahí quedaron, convertidas en sauces, para llorarlo eternamente. Dicen algunos del pago, que los sauces que se ven para el lado del pueblo, son las mujeres de nuestra leyenda, que siguen llorando su desgracia, inclinadas sobre la laguna que se tiñó de gris con las cenizas del guaraní incinerado.